El Rio y el Arroyo Concepción Arenal Fabula
Naciendo uno de ella al par
El otro en remoto suelo,
Un rio y un arroyuelo
Llegaban juntos al mar.
En ancho cauce y profundo
Turbio corría el primero;
Estrecho, claro y somero
Deslizábase el segundo.
Huyendo la muchedumbre
Y de un niño en compañía,
Un hombre a dar acudía
Su paseo de costumbre.
Este rato de solaz
Aprovechóle en correr,
Hizo gana de beber
Y beber quiso el rapaz.
Díjole el padre —¿No ves
Que estas en sudor bañado?
Reposa un tanto a mi lado
Para que bebas después.
El muchacho obedeció,
Que era de condición buena,
Y sentándose en la arena
A refrescarse esperó.
Como está impaciente, muda
Una y otra vez de asiento,
Mas parándose un momento
Formal espone una duda.
—¿Por qué será, padre mió,
Esto que siempre reparo?
¿Como está el arroyo claro
Y no lo está nunca el rio?
—Hijo, allí cerca del mar
Nace puro el arroyuelo,
Y nada encuentra en el suelo
Con que se pueda enturbiar.
Si hallare casualmente
Tierra que enturbiarle deba
Nunca a los mares la lleva
Su escasa y débil corriente.
Viene de lejanas tierras
Este rio caudaloso
Y por terreno fangoso
Y por montes y por sierras.
Y pasa por las ciudades
Cuya inmundicia, hijo mió,
Enturbia el agua del rio
Como el alma sus maldades.
Y mas la orilla dilata
Y cada vez mas potente
Su irresistible corriente
Todo al pasar lo arrebata.
Enturbiado este, y profundo,
Claro y no profundo aquel,
Nos presenta un cuadro fiel
De lo que pasa en el mundo.
El que apacible y serena
Busca sencilla la vida
¿Habrá cosa que le impida
Hallarla dichosa y buena?
Mas sintiendo la inquietud
De alguna grande pasión
Peligra en el corazón
La ventura y la virtud.
No olvides nunca, hijo mió,
Que es difícil, te lo juro,
Ser como el arroyo puro
Y ser grande como el rio.
España, 1820-1893
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