La vuelta al hogar Olegario Victor Andrade Poema


La vuelta al hogar Olegario Victor Andrade

Todo esta como entonces 
La casa, la calle, el río, 
Los árboles con sus hojas 
¡Y las ramas con sus nidos
Todo está, nada ha cambiado, 
El horizonte es el mismo; 
Lo que dicen esas brisas 
¡Ya otras veces me lo dicho!


Ondas, aves y murmullos 
Son mis viejos conocidos, 
¡Confidentes del secreto 
De mis primeros suspiros!

Bajo aquel sauce que moja 
Su cabellera en el río. 
¡Largas horas he pasado 
A solas con mis delirios!

Las hojas de esas achiras 
Eran el tosco abanico 
Que refrescaba mi frente 
Y humedecía mis rizos.

Un viejo tronco de ceibo  
Me daba sombra y abrigo, 
¡Un ceibo que desgajaron  
Los huracanes de estío!

Piadosa una enredadera 
De perfumados racimos,  
¡Lo adornaba con sus flores 
De pétalos amarillos!

El ceibo estaba orgulloso 
Con su brillante atavío; 
¡Era un collar de topacios 
Ceñido al cuello de un indio!
Todos aquí me confiaban  
Sus penas y sus delirios; 
Con sus suspiros las hojas,  
Con sus murmullos el río.

¡Qué triste estaba la tarde 
Las última vez que nos vimos! 
Tan sólo cantaba un ave 
En el ramaje florido.

Era un zorzal que entonaba 
Sus más dulcísimos himnos, 
¡Pobre zorzal que venía 
A despedir a un amigo!

Era el cantor de las selvas, 
La imagen de mi destino,  
Viajero de los espacios, 
¡Siempre amante y fugitivo!

“¡Adiós!“ parecían decirme 
Sus melancólicos trinos; 
“Adiós, hermano en los sueños! 
¡Adiós, inocente niño!“

Yo estaba triste, muy triste! 
El cielo oscuro y sombrío, 
Lo juncos y las achiras 
Se quejaban  al oírlo.

Han pasado muchos años 
Desde aquel día tristísimo; 
¡Muchos sauces han tronchado 
Los huracanes bravíos!.
¡Hoy vuelve el niño hecho hombre, 
No ya contento y tranquilo: 
Con arrugas en la frente 
Y el cabello emblanquecido!

Aquella alma limpia y pura 
Como un raudal cristalino 
¡Es una tumba que tiene 
La lobreguez del abismo!

Aquel corazón tan noble, 
Tan ardoroso y altivo, 
Que hallaba el mundo pequeño 
A sus gigantes designios,

¡Es hoy un hueco poblado 
De sombras que no hacen ruido! 
¡Sombras de sueños, dispersos 
Como neblina de estío!

¡Ah! Todo está como entonces: 
Los sauces, el cielo, el río, 
Las olas, hojas de plata 
Del árbol del infinito.

Sólo el niño se ha vuelto hombre 
Y el hombre tanto ha sufrido, 
¡Que apenas trae en el alma 
La soledad del vacío!


Argentina, 1839-1882






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